martes, 13 de diciembre de 2011

OLVIDOS INVOLUNTARIOS DE CERVANTES


EN UN LUGAR DE LA MANCHA…

Madrid, España.                                                                     Abril 28 del 2 011
            En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…

En el pueblo, la noticia era el comentario obligado. En casa de don Quijote, la sobrina y el ama se encontraban muy preocupadas, cuando regresaron de misa se encontraron con la novedad, el señor se había marchado en su caballo, fue entonces cuando invitaron al Cura y al Barbero a la merienda de aquella tarde.
¡Que le sucederá algo a mi tío!, decía angustiada, ¡que le sucederá algo!
El Cura y el Barbero habían sido informados, el primero por las confesiones antes de la misa de seis, cada una de las penitentes fue aderezando los sucesos con gusto de guiso manchego:
−Señor Cura, el señor Quijano se ha marchado, muy temprano se dibujaba su silueta en la llanura, rumbo a los campos de Montiel, todavía a la luz de las estrellas, solamente amenizado con el palpitar acompasado de la percusión de los pasos del caballo, y la melodía instrumental de los grillos. Nadie sabe con que fines, parecía por su vestimenta que iría donde los toros de lidia, una larga pica portaba en su brazo. Sin mayor compañía que su jamelgo y el perro, quien regresó al pueblo a los pocos minutos, sin poder dar razón de las andanzas de su amo. Dicen que se ha ido para siempre.
−El señor Quijano se fue, sobre la media noche segura, ni una alma lo vio partir, me lo dijo mi marido, por la puerta falsa del corral de su caballo, iba montado el señor, pienso que muy pronto regresa ya que no llevaba alforjas ni camisas.
El Barbero como de costumbre había tomado café con el Cura, pero aquella mañana al pueblo le preocupaba la marcha de su vecino. Se enteró de la noticia mientras entraba en el ventorro, el amigo se había marchado con rumbo y destino desconocidos, sobre los motivos nadie estaba enterado. El Licenciado le informó lo poco que sobre el tema sabía. Algunos aseguran haberlo visto muy de madrugada partir montado en su triste rocín, dicen que iba armado como quien va a la guerra, otros que portaba herramientas de lidia y a los toros se había marchado.
−Conociéndolo lo suficiente como es mi caso, os puedo asegurar que ni lo uno ni lo otro, nuestro fiel amigo ha partido en busca de una aventura, su vida es triste, siempre enclaustrado en sus alucinantes lecturas de Caballeros Andantes. No tardará en retornar, cuando se encuentre con las realidades del mundo actual.
No hay Caballeros Andantes, la educación se ha perdido, costumbres extrañas pueblan las mentes en nuestro siglo, los hurtos y crímenes son la realidad y no la excepción como antaño. Los truhanes y malandrines asolan por los caminos a las indefensas doncellas, despojan de sus pertenencias a los pobre campesinos y la justicia se declara incompetente para detener la delincuencia que asola la región.
La Santa Hermandad se siente rebasada ya que si vigilan en el norte los malhechores cometen sus atropellos en el sur, parece un juego.
Se le vio partir sin alforjas, nos dirá la señora ama y la sobrina ¿qué negocio lo llevaba?, ¿por qué esconderse bajo el secreto de la oscuridad?
¿Por que aprovecharse de la muda inocencia de las estrellas y de la despistada luna que esa noche vigiló a otras regiones?

 Sancho Panza hombre sencillo del pueblo lo había escuchado en más de una ocasión, sus pensamientos guardaban una gran distancia, mientras los del señor Quijano viajan por el espacio, los del humilde Sancho, vagan en el mundo, del aquí y ahora, la necesidad de satisfacer la tripa de él y su familia lo mantenían con los pies firmes al suelo, no había afinidad en sus pensamientos, lenguaje y costumbres. Aquella mañana la esposa y Sanchica fueron de las primeras en llegar a la misa. La vida de aquel caballero lector, no estaba en sus agendas. 
Andolza Lorenzo en su ropa de campesina, ajena a toda noticia se encontraba en el campo con una enorme hoz, cortando la hierba que había crecido y que serviría de pastura para  invierno, sudaba por el esfuerzo del duro trabajo y por los excesos de la temperatura estival. 
En el Molino del pueblo al que acudían todos los habitantes de la región, era la noticia del año, inexplicable que un tranquilo vecino, abandonara el pueblo sin dejar noticia clara de sus intenciones.
La merienda del segundo día, no había tenido los frutos esperados, las noticias en casa continuaban siendo aún de mayor escases que en el resto del pueblo, la sobrina tenía malos presagios, la ama, aseguraba:
−La culpa es de los libros, de los encantadores que guardan escritos descomulgados.
Eso estaban comentando, cuando escucharon unos gritos en el patio.
−¡Soy el criado Andrés!, el pastor que usted salvó de la paliza.
Todos acudieron al llamado y esperando al dueño de la casa se encontraron con un jovenzuelo con las ropas rasgadas, el señor Cura al ver las condiciones del zagal, solicitó permiso para atenderlo en la cocina de la casa.
Una vez que el pastor refirió los acontecimientos en los que se involucró el noble caballero don Quijote de la Mancha.
−Andrés, me acompañaras a la iglesia, mañana buscaremos al labrador Juan Haldudo quien habrá de responder por sus fechorías,  ¡bien que le sobra el dinero!
Apenas  concluida  la narración del pastor, cuando otra vez se escucha decir a voces en el patio, se trataba de un vecino que en un jumento había cargado con el golpeado cuerpo del señor Quijano.
Al contemplar tan maltrecho a su benefactor, Andrés osó responsabilizar a su amo, de los golpes que indiscutiblemente con mala saña le había infringido a don Quijote.
Por la tarde del día siguiente, El señor Cura, el Barbero y Andrés se enfrentaron con el agricultor Haldudo.
−Somos emisarios del ilustre Caballero don Quijote de la Mancha, señor de una nobleza ganada por su rectitud, conocedor de las bajezas del hombre,  recorre el mundo impartiendo justicia en donde faltare. Usted a olvidado la promesa que hiciere de pagar la soldada al pastor Andrés, venimos en su nombre a exigir la obligación  de inmediato.
No fueron aceptadas razones que el campesino presentó a tan distinguida comisión, sintiéndose obligado a cumplir, como lo prometió.
Andrés quedó a cargo de la iglesia para asistir al Licenciado en las obligaciones de su ministerio.

Morales Góngora Raúl                                         



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