EN
UN LUGAR DE LA MANCHA…
Madrid, España. Abril 28 del 2 011
En un lugar de la Mancha, de cuyo
nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de
lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…
En
el pueblo, la noticia era el comentario obligado. En casa de don Quijote, la
sobrina y el ama se encontraban muy preocupadas, cuando regresaron de misa se
encontraron con la novedad, el señor se había marchado en su caballo, fue
entonces cuando invitaron al Cura y al Barbero a la merienda de aquella tarde.
¡Que
le sucederá algo a mi tío!, decía angustiada, ¡que le sucederá algo!
El
Cura y el Barbero habían sido informados, el primero por las confesiones antes
de la misa de seis, cada una de las penitentes fue aderezando los sucesos con
gusto de guiso manchego:
−Señor
Cura, el señor Quijano se ha marchado, muy temprano se dibujaba su silueta en
la llanura, rumbo a los campos de Montiel, todavía a la luz de las estrellas,
solamente amenizado con el palpitar acompasado de la percusión de los pasos del
caballo, y la melodía instrumental de los grillos. Nadie sabe con que fines,
parecía por su vestimenta que iría donde los toros de lidia, una larga pica
portaba en su brazo. Sin mayor compañía que su jamelgo y el perro, quien
regresó al pueblo a los pocos minutos, sin poder dar razón de las andanzas de
su amo. Dicen que se ha ido para siempre.
−El
señor Quijano se fue, sobre la media noche segura, ni una alma lo vio partir,
me lo dijo mi marido, por la puerta falsa del corral de su caballo, iba montado
el señor, pienso que muy pronto regresa ya que no llevaba alforjas ni camisas.
El
Barbero como de costumbre había tomado café con el Cura, pero aquella mañana al
pueblo le preocupaba la marcha de su vecino. Se enteró de la noticia mientras
entraba en el ventorro, el amigo se había marchado con rumbo y destino
desconocidos, sobre los motivos nadie estaba enterado. El Licenciado le informó
lo poco que sobre el tema sabía. Algunos aseguran haberlo visto muy de
madrugada partir montado en su triste rocín, dicen que iba armado como quien va
a la guerra, otros que portaba herramientas de lidia y a los toros se había
marchado.
−Conociéndolo
lo suficiente como es mi caso, os puedo asegurar que ni lo uno ni lo otro,
nuestro fiel amigo ha partido en busca de una aventura, su vida es triste,
siempre enclaustrado en sus alucinantes lecturas de Caballeros Andantes. No
tardará en retornar, cuando se encuentre con las realidades del mundo actual.
No
hay Caballeros Andantes, la educación se ha perdido, costumbres extrañas
pueblan las mentes en nuestro siglo, los hurtos y crímenes son la realidad y no
la excepción como antaño. Los truhanes y malandrines asolan por los caminos a
las indefensas doncellas, despojan de sus pertenencias a los pobre campesinos y
la justicia se declara incompetente para detener la delincuencia que asola la
región.
La
Santa Hermandad se siente rebasada ya que si vigilan en el norte los
malhechores cometen sus atropellos en el sur, parece un juego.
Se
le vio partir sin alforjas, nos dirá la señora ama y la sobrina ¿qué negocio lo
llevaba?, ¿por qué esconderse bajo el secreto de la oscuridad?
¿Por
que aprovecharse de la muda inocencia de las estrellas y de la despistada luna
que esa noche vigiló a otras regiones?
Sancho Panza hombre sencillo del pueblo lo
había escuchado en más de una ocasión, sus pensamientos guardaban una gran
distancia, mientras los del señor Quijano viajan por el espacio, los del
humilde Sancho, vagan en el mundo, del aquí y ahora, la necesidad de satisfacer
la tripa de él y su familia lo mantenían con los pies firmes al suelo, no había
afinidad en sus pensamientos, lenguaje y costumbres. Aquella mañana la esposa y
Sanchica fueron de las primeras en llegar a la misa. La vida de aquel caballero
lector, no estaba en sus agendas.
Andolza
Lorenzo en su ropa de campesina, ajena a toda noticia se encontraba en el campo
con una enorme hoz, cortando la hierba que había crecido y que serviría de
pastura para invierno, sudaba por el
esfuerzo del duro trabajo y por los excesos de la temperatura estival.
En
el Molino del pueblo al que acudían todos los habitantes de la región, era la noticia
del año, inexplicable que un tranquilo vecino, abandonara el pueblo sin dejar
noticia clara de sus intenciones.
La
merienda del segundo día, no había tenido los frutos esperados, las noticias en
casa continuaban siendo aún de mayor escases que en el resto del pueblo, la
sobrina tenía malos presagios, la ama, aseguraba:
−La
culpa es de los libros, de los encantadores que guardan escritos descomulgados.
Eso
estaban comentando, cuando escucharon unos gritos en el patio.
−¡Soy
el criado Andrés!, el pastor que usted salvó de la paliza.
Todos
acudieron al llamado y esperando al dueño de la casa se encontraron con un
jovenzuelo con las ropas rasgadas, el señor Cura al ver las condiciones del
zagal, solicitó permiso para atenderlo en la cocina de la casa.
Una
vez que el pastor refirió los acontecimientos en los que se involucró el noble
caballero don Quijote de la Mancha.
−Andrés,
me acompañaras a la iglesia, mañana buscaremos al labrador Juan Haldudo quien
habrá de responder por sus fechorías,
¡bien que le sobra el dinero!
Apenas concluida
la narración del pastor, cuando otra vez se escucha decir a voces en el
patio, se trataba de un vecino que en un jumento había cargado con el golpeado
cuerpo del señor Quijano.
Al
contemplar tan maltrecho a su benefactor, Andrés osó responsabilizar a su amo,
de los golpes que indiscutiblemente con mala saña le había infringido a don Quijote.
Por
la tarde del día siguiente, El señor Cura, el Barbero y Andrés se enfrentaron
con el agricultor Haldudo.
−Somos
emisarios del ilustre Caballero don Quijote de la Mancha, señor de una nobleza
ganada por su rectitud, conocedor de las bajezas del hombre, recorre el mundo impartiendo justicia en
donde faltare. Usted a olvidado la promesa que hiciere de pagar la soldada al
pastor Andrés, venimos en su nombre a exigir la obligación de inmediato.
No
fueron aceptadas razones que el campesino presentó a tan distinguida comisión,
sintiéndose obligado a cumplir, como lo prometió.
Andrés
quedó a cargo de la iglesia para asistir al Licenciado en las obligaciones de
su ministerio.
Morales
Góngora Raúl
No hay comentarios:
Publicar un comentario