martes, 13 de diciembre de 2011

EL PROFESOR CARRASCO


EL PROFESOR CARRASCO                                             Madrid otoño del 2010



En aquella escuela superior de ingeniería, el profesor Carrasco era quizá el que mayor prestigio tenía entre todo el plantel, sus compañeros y alumnos le guardaban un gran respeto no solo por su don de gentes sino también por sus conocimientos, la manera simple y sencilla en su trato personal, lo habían hecho merecedor de un reconocimiento y de un sitio privilegiado dentro del claustro.
Para los asuntos familiares era una persona muy reservada nadie sabía ubicar su domicilio privado, solo se sabía que estaba casado y que tenía un hijo varón y una hija que era su orgullo, ya que con cierta frecuencia en sus charlas de aula llegaba a mencionarla, del hijo siempre guardaba un silencio absoluto, pareciera que no existiera.
Era de una honradez  que podría ser puesta a cualquier prueba y sus principios en general de una solidez del granito, en la escuela dedicaba su tiempo únicamente a impartir sus cátedras y de inmediato se retiraba.
Por algún conducto se escapó información personal que he ido recabando hasta completar el trama de aquellos acontecimientos que tanto lastimaron al profesor.
Cada lunes desde un escondido pueblo del estado de México llegaba la ayuda que los quehaceres de la casa requerían, tenía años de que La Juana siempre puntual con sus manos enrojecidas de tanto lavarlas acudía en apoyo de las labores del hogar, contaba con una pequeña habitación en un cuarto escondido en la parte trasera de la casa, La Juana al llegar los lunes por la mañana lo primero que hacía era guardar su ropa que oliendo a limpio traía en un pequeño envoltorio, la guardaba con celo en su habitación se descalzaba y no volvía a descansar sino hasta que había terminado de asear la cocina después de la cena de cada día, nadie en la casa se interesaba por su vida, solo la señora patrona de vez en cuando le hacía preguntas que poco a poco fue hilvanando, hasta integrar una bonito tejido lleno de colores, así era la humilde vida de aquella callada mujer cuyo papel en el hogar era trabajar, callar y de ser posible desaparecer cunado no la requerían.
Su hijo, el primogénito llevaba su nombre como era la costumbre en aquellos años; por mucho tiempo el profesor tuvo un sueño para con la vida del pequeño Daniel, una ilusión que guardaba celosamente dentro de su corazón, el pequeño era en sí una réplica exacta en lo físico al padre, y todos los conocidos y familiares no dudaban de que heredaría los dotes del padre. 
La Juana se enfermó, por el duro invierno de aquel año, las nevadas en el pueblo situado en las faldas del Volcán y por tanto año de trabajo, de levantarse antes que el sol, recorría el sendero iluminado por las estrellas hasta la carretera a esperar el autobús que la conducía cada lunes a la ciudad. Un día en su lugar se presentó la nieta del mismo nombre y con una cara de recuerdo a la facciones de la abuela, vivaracha, con la alegría de la juventud de sus catorce años, le agradaba entonar, las canciones del campo con sabor a barro y a hierba recién cortada, versos del pueblo que hablaban de amores que terminaban en tragedias.
No hubo mucho que enseñar a la joven Juana, la presteza de sus intenciones y su juventud compensaron su escasa experiencia, en poco tiempo la familia del profesor tenía como platica de intimidad las cualidades de la chica que se había ganado un lugar en el seno de la familia.
Daniel en silencio escuchaba las alabanzas que le llenaban la sangre de hormonas, lo hacían sentir cosas raras dentro de su cuerpo joven, deseando cada vez con mayor intensidad a La Juanita, en cada ocasión que se encontraba solitario su pensamiento viajaba hasta ella, que como fruta sentía la madurez aromática de aquel cuerpo, con el recato propio de él, poco a poco se fue atreviendo a entablar conversación con la chica y expresar con su mirada sus deseos que fueron captados por los ojos de ella.
Las noches sin poder dormir obligaron a Daniel a buscarlo el sueño en los brazos de La Juanita y en ellos encontró todo un mundo diferente, viajó lleno de placer a sitios desconocidos, en tiempo inimaginables durante aquel corto mes de la suplencia. Juanita un lunes fue como era de esperarse relevada por la abuela, solamente Daniel pasaba cada noche sufriendo la soledad que sentía su cuerpo.
El tiempo se encarga de borrar algunas huellas pero no todas, así un lunes La Juana no llegó sola a la casa del profesor, venían también el esposo, los padres de  Juanita, los padrinos y otros acompañantes, entraron en la pequeña sala de la casa en donde casi no cabían.
La Juana se dedicó como siempre a los quehaceres y ya servido el desayuno les comentó:
−Pos en la sala está la familia que queren palabrar con los señores amos, La Juanita quiere casorio con el hijo de los señores.
Aquellas palabras enmudecieron al profesor y a su esposa
Los esposos Carrasco se dirigieron al grupo y después de los saludos, un joven tal vez hermano de la muchacha dijo:
−En el pueblo el que abusa de una mujer se casa con ella, Juanita dice que el Daniel es el padre del hijo que trae en la panza, venimos para fijar las fechas.
La señora Carrasco, no cabía de la sorpresa al escuchar aquella noticia y con los ojos solicitaba una opinión a su marido.
El profesor se sentía incapaz de mirar a los presentes con la vista fija en el suelo, respondió:
−Lo que deba hacerse se hará, no tengan duda, debemos hablar con mi hijo y conocer su opinión.
−Pensamos que su hijo es quien debe hablar. ¿Por qué no está?
−Somos una familia y los asuntos de familia los arreglamos entre todos.
−Bien dicho señor, la familia ya le creció, los problemas, ahora los resolveremos entre todos.
−Sería conveniente que si desean hablar con mi hijo sea cuando esté presente, por ahora está de viaje y regresa el fin de semana, ¿podríamos hablar de concertar una cita para el lunes próximo?
−Tenemos tiempo señor, será frente a su hijo, podemos esperar.
−Bien, los esperamos el día lunes de la semana entrante.
 Dicho lo anterior el profesor tendió la mano a cada uno, pero ellos no se movieron de su sitio, cuando él esperaba que se retirarían.
Un largo silencio se apoderó del recinto, el profesor un poco molesto dijo:
−Me disculpan pero mi trabajo me espera, se está haciendo tarde.
Dicho lo anterior se retiró de la casa sin hacer comentarios con la esposa.
El profesor se fue cavilando sobre la situación del hijo, lo posible es que haya abusado de la chica y lo peor podría ser es que ella estuviera embarazada, Bueno si lo hizo debe cumplir, el honor de las dos familias es lo importante.
La esposa del profesor en casa se encontraba en una situación inédita ya que los visitantes no parecía que se retirarían, por lo que ella se disculpó para atender los asuntos de la casa, mientras su cabeza era un laberinto de conjeturas que no la conducían a ningún resultado apropiado de acuerdo a sus principios. De ninguna manera ni bajo ninguna presión de aquellos ajenos, toleraría que su hijo se uniera a esa familia de infrahumanos.
La Juana trabajaba en sus obligaciones rutinarias, sin aproximarse a su familia que se habían apoderado de la sala, al sentirse solos, de sus morrales sacaron tortillas y algo para comer con ellas y lo hicieron sin prisa, uno de ellos después de preguntar en voz alta varias veces solicitando agua para beber y no obtener respuesta se aventuró a caminar por un pasillo, el encuentro con la señora ocasionó que se le escapara un grito de asombro ante el inesperado encuentro.
Serían las ocho de la tarde cuando el profesor retornó a su hogar y se encontró que los visitantes aún estaban ocupando el sitio en donde los dejara aquella mañana, le pareció insolente su actitud y pensó acudir al apoyo de la policía más convencido de que la palabra obra milagros, preparó argumentos dentro de su mente, con paso firme se dirigió a la sala y después de los saludos correspondientes pensó que la mejor estrategia sería el de la cordura.
−Pos aquí estamos esperando que nos resuelvan nuestro asuntito, esos son las razones de nuestra presencia.
−Les comenté esta mañana que mi hijo regresa el sábado o domingo y que ustedes pueden dialogar con él en cuanto llegue.
−Ansina lo haremos señor, no corre prisa uste no se preocupe, que tarde o temprano palabraremos con su muchacho, aquí lo esperaremos, no faltaba más.
−Mientras llega el fin de semana ustedes pueden ir a su pueblo, trabajar y retornar el sábado.
−Hemos decidido esperarlo aquí mismo, no tenemos prisa, señor.
El profesor sin palabras se retiró en búsqueda de su esposa, para comentar los hechos. En cuanto la señora lo vio prorrumpió en llanto por que dijo sentirse como ajena en su hogar, sin autoridad, ya que La Juana les preparaba “Un taquito” cuantas veces se les antojaba y ella se había quedado esperando que se fueran y parecía que su intención era otra.
Aquella fue una larga noche, llena de ruidos de pasos de los okupas que buscaban el retrete de la Juana o quien sabe, los esposos Carrasco juntamente con su hija, cenaron en silencio y se encerraron en sus habitaciones.
Las siguientes mañanas el profesor  guardaba un completo silencio, la esposa con los ojos inflamados de llanto por varias noches de insomnio, lo contemplaba con dolor en su silencio se decían todo, hasta que llegó el fin de semana, no había teléfonos móviles en esa época ni manera de comunicarse con el hijo que había salido simplemente de excursión, a un pueblo del estado de Michoacán para contemplar el despertar de las mariposas Monarca, había dicho:
“Regresaré el sábado o tal vez hasta el domingo”
Que lejos estaba de imaginarse que las noches pasadas con la hija de la Juana tendrían un costo tan elevado.
Con tranquilidad llegó hasta su casa situada en la colonia Clavería, su hermana había comentado con los amigos del barrio que si lo veían lo alertaran de lo sucedido en su hogar, pero aparentemente nadie se percató de su llegada, tal vez la hora no era propicia, el caso es que Daniel con la alegría de su juventud reflejada en su rostro buscó las llaves en su bolsillo y abriendo la puerta como de costumbre gritó:
−Ya vine mamá, regresé como dije, sano y salvo, un poco sucio y cansado pero muy satisfecho, un baño, un buen desayuno y como nuevo.
No se percató de que había visitantes, caminó directamente en busca de su madre que de seguro estaría como de costumbre de esa hora en la cocina /comedor.
−Hola mamá compromiso cumplido, aquí estoy sano y salvo.
Su madre que al verlo tan feliz se tragaba las lágrimas y en su silencio trató de no manifestar el dolor que le aquejaba, se aproximó a él y en cuanto lo abrazó soltó el llanto reprimido.
−¿Qué pasa mamá, ha sucedido algo malo?
−Hijo, acompáñame a mi recámara, necesitamos hablar.
Lleno de malos presagios acompañó a su madre que limpiándose la nariz lo tomó del brazo, y con dulzura lo condujo al interior de su habitación.
−Hijo ha sucedido algo terrible, inexplicable, la familia de la Juana se han apoderado de la sala e insisten en que deben hablar contigo, hijo tengo mucho miedo, no podemos hacer nada contra ellos, no cuento para nada con tu padre el que se niega a reconocer nuestras diferencias, e insiste en que solo tu eres capaz y responsable de la situación.
−Hijito, mi niño, ¿qué ha sucedido? Cuéntale a mamá.
−No comprendo de que estas hablando, dices ¿qué la familia de la Juana?
−No llores mamá ya vendrá papá y a la hora de la comida, aclararemos todo.
Cogidos de la mano y sentados sobre la cama dejaron pasar el tiempo, en silencio buscaban soluciones para resolver aquella invasión.
−¡Ya está! la Juanita les llevó el chisme, ¡que pendeja es si cree que no se defenderme!
A la hora de la comida y con la presencia constante de la Juana por sus entradas y salidas del comedor a la cocina, no les era posible hablar. El profesor permanecía en silencio, parecía no desear conocer ningún antecedente de los acontecimientos, la madre impuso un silencio absoluto para evitar problemas con la sirvienta; hasta que el hijo reventó:
−¿Pero es que ni en mi casa puedo hablar?
−El sitio en que debes de hablar está en la sala, parece que te esperan unos señores desde el lunes, día en que como consecuencia de tus diversiones nos privaron de nuestra libertad, si deseas hablar, adelante, puedes dirigirte a la sala, aquí no es el sitio apropiado.
−Pero es que ustedes deben de escucharme, no he hecho nada fuera de lo natural.
−Ellos no dudaran en comprender lo que es natural, debes de hacer frente a tus hechos de hombre, no de hijo de  familia, si puedes hacer lo que hiciste, también podrás con las consecuencias.
−Papá es que les debo una explicación a ustedes, que son mis padres, los que dicen que están en la sala, para mi son nadie.
−¡Adelante! repíteles tus argumentos a ellos no a nosotros.
El joven se levantó decidido y con rapidez se dirigió a la sala.
−Señores soy Daniel, el hijo del profesor, parece que hay un juicio y dicen que soy el culpable, podemos hablar.
El más joven sin levantar la voz dijo:
−Nadie dice que es el culpable de nada, solo que mi sobrino debe tener papá eso es todo, usted dice cuando se casan y todo está arreglado.
−Pues que se case el padre con la madre, a mi no me metan en líos que no sean míos.
−Mire joven usted aprovechándose de mi hermana la preñó, así que usted es el padre y…
−Yo que se cuántos habrán contribuido a embarazar a su hermana, a mi no me vengan con culpables.
Se escuchó el deslizamiento de un machete que blandía el padre de la Juanita.
A una seña del hijo, el padre se volvió a sentar.
−Pues usted dirá lo que quiera, el asunto que nos trae es que usted es el padre de la criatura y será el esposo de mi hermana y vale más que sea estando vivo, en mi pueblo cuando uno abusa de una mujer, vivo o muerto, se hace marido de la misma. Usted nos acompañará al pueblo, se casa, cumple con nuestras costumbres y ya. Si no está de acuerdo pos de cualquier forma lo llevaremos, no faltaba más.
Daniel sin poderlo evitar miró de reojo el machete que el padre de la Juanita tenía en sus manos.
−Bueno, es que necesito hablar con mis padres, la verdad es que no esperaba, que los acontecimientos nos condujeran a esto, yo estoy estudiando, no trabajo, no cuento con dinero.
−Debió haber pensado mucho cuando estaba en el cuarto con mi hermana, supongo que lo hizo, ahora hermanito, debe de responder a los hechos, usted, no sus padres.
−Si quiere recoger sus cosas, lo esperamos, si quiere traer a su mujer a esta casa lo aceptamos, de aquí nos iremos al pueblo juntos, después del casorio, usted sabe a donde lleva a su mujer.
Aún sin entender lo que él consideraba crueldad de su destino, dejó la sala y regresó al comedor, en donde el padre leía el periódico mientras tomaba sin prisa su pequeña taza de café, la madre con los ojos llorosos sin pronunciar palabras, con la vista observó la entrada del hijo y una interrogación brotaba de su mirada.
−Yo que se con cuantos se acuesta esa mujerzuela, ahora resulta de que el tonto de todos es el culpable, cásate, sí cásate, que sencillo, mandar mi vida al demonio por una tontera.
−No hables mal de la madre de tu hijo, las tonteras son las que ocasionan los fracasos, debiste de pensarlo antes de actuar.
−¿Qué fácil? que simple es todo para ti, debiste, debiste…Lo que hubiera hecho en tu lugar es acudir a la policía y correr a estos sinvergüenzas que se adueñaron de la casa.
−¡Sí debiste! el problema no es nuestro, es tuyo, siempre ha sido así, recuerda que en cada situación lo pregonabas. ¿Por qué ahora deseas cambiar tu posición?
El profesor tomando la americana entre sus manos se despidió de su esposa, para el hijo solo dijo:
−Recuerda que siempre reclamaste libertad para decidir y actuar, es tu oportunidad de vivir la vida. Las puertas de esta casa siempre han estado abiertas para la familia.
Detrás del profesor con paso lento Daniel entró nuevamente a la sala.
−A Juana no la quiero, nunca podré quererla, esto es un burdo engaño, insisten en desgraciar dos vidas.
−Mire joven más le vale que nos vayamos al pueblo, pero ¡ya!, las palabras no sirven, si es necesario lo llevaremos arrastrándolo o si lo prefiere difunto, pero usted se casa con mi hermana.
Los miembros de la comitiva se pusieron de pie, llamaron a La Juana y salieron de la casa llevando en medio a Daniel, que lo único que hizo fue girar la cabeza y dirigir su mirada a la puerta de su casa en busca de apoyo.




































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