martes, 13 de diciembre de 2011

OLVIDOS INVOLUNTARIOS DE CERVANTES


EN UN LUGAR DE LA MANCHA…

Madrid, España.                                                                     Abril 28 del 2 011
            En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…

En el pueblo, la noticia era el comentario obligado. En casa de don Quijote, la sobrina y el ama se encontraban muy preocupadas, cuando regresaron de misa se encontraron con la novedad, el señor se había marchado en su caballo, fue entonces cuando invitaron al Cura y al Barbero a la merienda de aquella tarde.
¡Que le sucederá algo a mi tío!, decía angustiada, ¡que le sucederá algo!
El Cura y el Barbero habían sido informados, el primero por las confesiones antes de la misa de seis, cada una de las penitentes fue aderezando los sucesos con gusto de guiso manchego:
−Señor Cura, el señor Quijano se ha marchado, muy temprano se dibujaba su silueta en la llanura, rumbo a los campos de Montiel, todavía a la luz de las estrellas, solamente amenizado con el palpitar acompasado de la percusión de los pasos del caballo, y la melodía instrumental de los grillos. Nadie sabe con que fines, parecía por su vestimenta que iría donde los toros de lidia, una larga pica portaba en su brazo. Sin mayor compañía que su jamelgo y el perro, quien regresó al pueblo a los pocos minutos, sin poder dar razón de las andanzas de su amo. Dicen que se ha ido para siempre.
−El señor Quijano se fue, sobre la media noche segura, ni una alma lo vio partir, me lo dijo mi marido, por la puerta falsa del corral de su caballo, iba montado el señor, pienso que muy pronto regresa ya que no llevaba alforjas ni camisas.
El Barbero como de costumbre había tomado café con el Cura, pero aquella mañana al pueblo le preocupaba la marcha de su vecino. Se enteró de la noticia mientras entraba en el ventorro, el amigo se había marchado con rumbo y destino desconocidos, sobre los motivos nadie estaba enterado. El Licenciado le informó lo poco que sobre el tema sabía. Algunos aseguran haberlo visto muy de madrugada partir montado en su triste rocín, dicen que iba armado como quien va a la guerra, otros que portaba herramientas de lidia y a los toros se había marchado.
−Conociéndolo lo suficiente como es mi caso, os puedo asegurar que ni lo uno ni lo otro, nuestro fiel amigo ha partido en busca de una aventura, su vida es triste, siempre enclaustrado en sus alucinantes lecturas de Caballeros Andantes. No tardará en retornar, cuando se encuentre con las realidades del mundo actual.
No hay Caballeros Andantes, la educación se ha perdido, costumbres extrañas pueblan las mentes en nuestro siglo, los hurtos y crímenes son la realidad y no la excepción como antaño. Los truhanes y malandrines asolan por los caminos a las indefensas doncellas, despojan de sus pertenencias a los pobre campesinos y la justicia se declara incompetente para detener la delincuencia que asola la región.
La Santa Hermandad se siente rebasada ya que si vigilan en el norte los malhechores cometen sus atropellos en el sur, parece un juego.
Se le vio partir sin alforjas, nos dirá la señora ama y la sobrina ¿qué negocio lo llevaba?, ¿por qué esconderse bajo el secreto de la oscuridad?
¿Por que aprovecharse de la muda inocencia de las estrellas y de la despistada luna que esa noche vigiló a otras regiones?

 Sancho Panza hombre sencillo del pueblo lo había escuchado en más de una ocasión, sus pensamientos guardaban una gran distancia, mientras los del señor Quijano viajan por el espacio, los del humilde Sancho, vagan en el mundo, del aquí y ahora, la necesidad de satisfacer la tripa de él y su familia lo mantenían con los pies firmes al suelo, no había afinidad en sus pensamientos, lenguaje y costumbres. Aquella mañana la esposa y Sanchica fueron de las primeras en llegar a la misa. La vida de aquel caballero lector, no estaba en sus agendas. 
Andolza Lorenzo en su ropa de campesina, ajena a toda noticia se encontraba en el campo con una enorme hoz, cortando la hierba que había crecido y que serviría de pastura para  invierno, sudaba por el esfuerzo del duro trabajo y por los excesos de la temperatura estival. 
En el Molino del pueblo al que acudían todos los habitantes de la región, era la noticia del año, inexplicable que un tranquilo vecino, abandonara el pueblo sin dejar noticia clara de sus intenciones.
La merienda del segundo día, no había tenido los frutos esperados, las noticias en casa continuaban siendo aún de mayor escases que en el resto del pueblo, la sobrina tenía malos presagios, la ama, aseguraba:
−La culpa es de los libros, de los encantadores que guardan escritos descomulgados.
Eso estaban comentando, cuando escucharon unos gritos en el patio.
−¡Soy el criado Andrés!, el pastor que usted salvó de la paliza.
Todos acudieron al llamado y esperando al dueño de la casa se encontraron con un jovenzuelo con las ropas rasgadas, el señor Cura al ver las condiciones del zagal, solicitó permiso para atenderlo en la cocina de la casa.
Una vez que el pastor refirió los acontecimientos en los que se involucró el noble caballero don Quijote de la Mancha.
−Andrés, me acompañaras a la iglesia, mañana buscaremos al labrador Juan Haldudo quien habrá de responder por sus fechorías,  ¡bien que le sobra el dinero!
Apenas  concluida  la narración del pastor, cuando otra vez se escucha decir a voces en el patio, se trataba de un vecino que en un jumento había cargado con el golpeado cuerpo del señor Quijano.
Al contemplar tan maltrecho a su benefactor, Andrés osó responsabilizar a su amo, de los golpes que indiscutiblemente con mala saña le había infringido a don Quijote.
Por la tarde del día siguiente, El señor Cura, el Barbero y Andrés se enfrentaron con el agricultor Haldudo.
−Somos emisarios del ilustre Caballero don Quijote de la Mancha, señor de una nobleza ganada por su rectitud, conocedor de las bajezas del hombre,  recorre el mundo impartiendo justicia en donde faltare. Usted a olvidado la promesa que hiciere de pagar la soldada al pastor Andrés, venimos en su nombre a exigir la obligación  de inmediato.
No fueron aceptadas razones que el campesino presentó a tan distinguida comisión, sintiéndose obligado a cumplir, como lo prometió.
Andrés quedó a cargo de la iglesia para asistir al Licenciado en las obligaciones de su ministerio.

Morales Góngora Raúl                                         



EL PROFESOR CARRASCO


EL PROFESOR CARRASCO                                             Madrid otoño del 2010



En aquella escuela superior de ingeniería, el profesor Carrasco era quizá el que mayor prestigio tenía entre todo el plantel, sus compañeros y alumnos le guardaban un gran respeto no solo por su don de gentes sino también por sus conocimientos, la manera simple y sencilla en su trato personal, lo habían hecho merecedor de un reconocimiento y de un sitio privilegiado dentro del claustro.
Para los asuntos familiares era una persona muy reservada nadie sabía ubicar su domicilio privado, solo se sabía que estaba casado y que tenía un hijo varón y una hija que era su orgullo, ya que con cierta frecuencia en sus charlas de aula llegaba a mencionarla, del hijo siempre guardaba un silencio absoluto, pareciera que no existiera.
Era de una honradez  que podría ser puesta a cualquier prueba y sus principios en general de una solidez del granito, en la escuela dedicaba su tiempo únicamente a impartir sus cátedras y de inmediato se retiraba.
Por algún conducto se escapó información personal que he ido recabando hasta completar el trama de aquellos acontecimientos que tanto lastimaron al profesor.
Cada lunes desde un escondido pueblo del estado de México llegaba la ayuda que los quehaceres de la casa requerían, tenía años de que La Juana siempre puntual con sus manos enrojecidas de tanto lavarlas acudía en apoyo de las labores del hogar, contaba con una pequeña habitación en un cuarto escondido en la parte trasera de la casa, La Juana al llegar los lunes por la mañana lo primero que hacía era guardar su ropa que oliendo a limpio traía en un pequeño envoltorio, la guardaba con celo en su habitación se descalzaba y no volvía a descansar sino hasta que había terminado de asear la cocina después de la cena de cada día, nadie en la casa se interesaba por su vida, solo la señora patrona de vez en cuando le hacía preguntas que poco a poco fue hilvanando, hasta integrar una bonito tejido lleno de colores, así era la humilde vida de aquella callada mujer cuyo papel en el hogar era trabajar, callar y de ser posible desaparecer cunado no la requerían.
Su hijo, el primogénito llevaba su nombre como era la costumbre en aquellos años; por mucho tiempo el profesor tuvo un sueño para con la vida del pequeño Daniel, una ilusión que guardaba celosamente dentro de su corazón, el pequeño era en sí una réplica exacta en lo físico al padre, y todos los conocidos y familiares no dudaban de que heredaría los dotes del padre. 
La Juana se enfermó, por el duro invierno de aquel año, las nevadas en el pueblo situado en las faldas del Volcán y por tanto año de trabajo, de levantarse antes que el sol, recorría el sendero iluminado por las estrellas hasta la carretera a esperar el autobús que la conducía cada lunes a la ciudad. Un día en su lugar se presentó la nieta del mismo nombre y con una cara de recuerdo a la facciones de la abuela, vivaracha, con la alegría de la juventud de sus catorce años, le agradaba entonar, las canciones del campo con sabor a barro y a hierba recién cortada, versos del pueblo que hablaban de amores que terminaban en tragedias.
No hubo mucho que enseñar a la joven Juana, la presteza de sus intenciones y su juventud compensaron su escasa experiencia, en poco tiempo la familia del profesor tenía como platica de intimidad las cualidades de la chica que se había ganado un lugar en el seno de la familia.
Daniel en silencio escuchaba las alabanzas que le llenaban la sangre de hormonas, lo hacían sentir cosas raras dentro de su cuerpo joven, deseando cada vez con mayor intensidad a La Juanita, en cada ocasión que se encontraba solitario su pensamiento viajaba hasta ella, que como fruta sentía la madurez aromática de aquel cuerpo, con el recato propio de él, poco a poco se fue atreviendo a entablar conversación con la chica y expresar con su mirada sus deseos que fueron captados por los ojos de ella.
Las noches sin poder dormir obligaron a Daniel a buscarlo el sueño en los brazos de La Juanita y en ellos encontró todo un mundo diferente, viajó lleno de placer a sitios desconocidos, en tiempo inimaginables durante aquel corto mes de la suplencia. Juanita un lunes fue como era de esperarse relevada por la abuela, solamente Daniel pasaba cada noche sufriendo la soledad que sentía su cuerpo.
El tiempo se encarga de borrar algunas huellas pero no todas, así un lunes La Juana no llegó sola a la casa del profesor, venían también el esposo, los padres de  Juanita, los padrinos y otros acompañantes, entraron en la pequeña sala de la casa en donde casi no cabían.
La Juana se dedicó como siempre a los quehaceres y ya servido el desayuno les comentó:
−Pos en la sala está la familia que queren palabrar con los señores amos, La Juanita quiere casorio con el hijo de los señores.
Aquellas palabras enmudecieron al profesor y a su esposa
Los esposos Carrasco se dirigieron al grupo y después de los saludos, un joven tal vez hermano de la muchacha dijo:
−En el pueblo el que abusa de una mujer se casa con ella, Juanita dice que el Daniel es el padre del hijo que trae en la panza, venimos para fijar las fechas.
La señora Carrasco, no cabía de la sorpresa al escuchar aquella noticia y con los ojos solicitaba una opinión a su marido.
El profesor se sentía incapaz de mirar a los presentes con la vista fija en el suelo, respondió:
−Lo que deba hacerse se hará, no tengan duda, debemos hablar con mi hijo y conocer su opinión.
−Pensamos que su hijo es quien debe hablar. ¿Por qué no está?
−Somos una familia y los asuntos de familia los arreglamos entre todos.
−Bien dicho señor, la familia ya le creció, los problemas, ahora los resolveremos entre todos.
−Sería conveniente que si desean hablar con mi hijo sea cuando esté presente, por ahora está de viaje y regresa el fin de semana, ¿podríamos hablar de concertar una cita para el lunes próximo?
−Tenemos tiempo señor, será frente a su hijo, podemos esperar.
−Bien, los esperamos el día lunes de la semana entrante.
 Dicho lo anterior el profesor tendió la mano a cada uno, pero ellos no se movieron de su sitio, cuando él esperaba que se retirarían.
Un largo silencio se apoderó del recinto, el profesor un poco molesto dijo:
−Me disculpan pero mi trabajo me espera, se está haciendo tarde.
Dicho lo anterior se retiró de la casa sin hacer comentarios con la esposa.
El profesor se fue cavilando sobre la situación del hijo, lo posible es que haya abusado de la chica y lo peor podría ser es que ella estuviera embarazada, Bueno si lo hizo debe cumplir, el honor de las dos familias es lo importante.
La esposa del profesor en casa se encontraba en una situación inédita ya que los visitantes no parecía que se retirarían, por lo que ella se disculpó para atender los asuntos de la casa, mientras su cabeza era un laberinto de conjeturas que no la conducían a ningún resultado apropiado de acuerdo a sus principios. De ninguna manera ni bajo ninguna presión de aquellos ajenos, toleraría que su hijo se uniera a esa familia de infrahumanos.
La Juana trabajaba en sus obligaciones rutinarias, sin aproximarse a su familia que se habían apoderado de la sala, al sentirse solos, de sus morrales sacaron tortillas y algo para comer con ellas y lo hicieron sin prisa, uno de ellos después de preguntar en voz alta varias veces solicitando agua para beber y no obtener respuesta se aventuró a caminar por un pasillo, el encuentro con la señora ocasionó que se le escapara un grito de asombro ante el inesperado encuentro.
Serían las ocho de la tarde cuando el profesor retornó a su hogar y se encontró que los visitantes aún estaban ocupando el sitio en donde los dejara aquella mañana, le pareció insolente su actitud y pensó acudir al apoyo de la policía más convencido de que la palabra obra milagros, preparó argumentos dentro de su mente, con paso firme se dirigió a la sala y después de los saludos correspondientes pensó que la mejor estrategia sería el de la cordura.
−Pos aquí estamos esperando que nos resuelvan nuestro asuntito, esos son las razones de nuestra presencia.
−Les comenté esta mañana que mi hijo regresa el sábado o domingo y que ustedes pueden dialogar con él en cuanto llegue.
−Ansina lo haremos señor, no corre prisa uste no se preocupe, que tarde o temprano palabraremos con su muchacho, aquí lo esperaremos, no faltaba más.
−Mientras llega el fin de semana ustedes pueden ir a su pueblo, trabajar y retornar el sábado.
−Hemos decidido esperarlo aquí mismo, no tenemos prisa, señor.
El profesor sin palabras se retiró en búsqueda de su esposa, para comentar los hechos. En cuanto la señora lo vio prorrumpió en llanto por que dijo sentirse como ajena en su hogar, sin autoridad, ya que La Juana les preparaba “Un taquito” cuantas veces se les antojaba y ella se había quedado esperando que se fueran y parecía que su intención era otra.
Aquella fue una larga noche, llena de ruidos de pasos de los okupas que buscaban el retrete de la Juana o quien sabe, los esposos Carrasco juntamente con su hija, cenaron en silencio y se encerraron en sus habitaciones.
Las siguientes mañanas el profesor  guardaba un completo silencio, la esposa con los ojos inflamados de llanto por varias noches de insomnio, lo contemplaba con dolor en su silencio se decían todo, hasta que llegó el fin de semana, no había teléfonos móviles en esa época ni manera de comunicarse con el hijo que había salido simplemente de excursión, a un pueblo del estado de Michoacán para contemplar el despertar de las mariposas Monarca, había dicho:
“Regresaré el sábado o tal vez hasta el domingo”
Que lejos estaba de imaginarse que las noches pasadas con la hija de la Juana tendrían un costo tan elevado.
Con tranquilidad llegó hasta su casa situada en la colonia Clavería, su hermana había comentado con los amigos del barrio que si lo veían lo alertaran de lo sucedido en su hogar, pero aparentemente nadie se percató de su llegada, tal vez la hora no era propicia, el caso es que Daniel con la alegría de su juventud reflejada en su rostro buscó las llaves en su bolsillo y abriendo la puerta como de costumbre gritó:
−Ya vine mamá, regresé como dije, sano y salvo, un poco sucio y cansado pero muy satisfecho, un baño, un buen desayuno y como nuevo.
No se percató de que había visitantes, caminó directamente en busca de su madre que de seguro estaría como de costumbre de esa hora en la cocina /comedor.
−Hola mamá compromiso cumplido, aquí estoy sano y salvo.
Su madre que al verlo tan feliz se tragaba las lágrimas y en su silencio trató de no manifestar el dolor que le aquejaba, se aproximó a él y en cuanto lo abrazó soltó el llanto reprimido.
−¿Qué pasa mamá, ha sucedido algo malo?
−Hijo, acompáñame a mi recámara, necesitamos hablar.
Lleno de malos presagios acompañó a su madre que limpiándose la nariz lo tomó del brazo, y con dulzura lo condujo al interior de su habitación.
−Hijo ha sucedido algo terrible, inexplicable, la familia de la Juana se han apoderado de la sala e insisten en que deben hablar contigo, hijo tengo mucho miedo, no podemos hacer nada contra ellos, no cuento para nada con tu padre el que se niega a reconocer nuestras diferencias, e insiste en que solo tu eres capaz y responsable de la situación.
−Hijito, mi niño, ¿qué ha sucedido? Cuéntale a mamá.
−No comprendo de que estas hablando, dices ¿qué la familia de la Juana?
−No llores mamá ya vendrá papá y a la hora de la comida, aclararemos todo.
Cogidos de la mano y sentados sobre la cama dejaron pasar el tiempo, en silencio buscaban soluciones para resolver aquella invasión.
−¡Ya está! la Juanita les llevó el chisme, ¡que pendeja es si cree que no se defenderme!
A la hora de la comida y con la presencia constante de la Juana por sus entradas y salidas del comedor a la cocina, no les era posible hablar. El profesor permanecía en silencio, parecía no desear conocer ningún antecedente de los acontecimientos, la madre impuso un silencio absoluto para evitar problemas con la sirvienta; hasta que el hijo reventó:
−¿Pero es que ni en mi casa puedo hablar?
−El sitio en que debes de hablar está en la sala, parece que te esperan unos señores desde el lunes, día en que como consecuencia de tus diversiones nos privaron de nuestra libertad, si deseas hablar, adelante, puedes dirigirte a la sala, aquí no es el sitio apropiado.
−Pero es que ustedes deben de escucharme, no he hecho nada fuera de lo natural.
−Ellos no dudaran en comprender lo que es natural, debes de hacer frente a tus hechos de hombre, no de hijo de  familia, si puedes hacer lo que hiciste, también podrás con las consecuencias.
−Papá es que les debo una explicación a ustedes, que son mis padres, los que dicen que están en la sala, para mi son nadie.
−¡Adelante! repíteles tus argumentos a ellos no a nosotros.
El joven se levantó decidido y con rapidez se dirigió a la sala.
−Señores soy Daniel, el hijo del profesor, parece que hay un juicio y dicen que soy el culpable, podemos hablar.
El más joven sin levantar la voz dijo:
−Nadie dice que es el culpable de nada, solo que mi sobrino debe tener papá eso es todo, usted dice cuando se casan y todo está arreglado.
−Pues que se case el padre con la madre, a mi no me metan en líos que no sean míos.
−Mire joven usted aprovechándose de mi hermana la preñó, así que usted es el padre y…
−Yo que se cuántos habrán contribuido a embarazar a su hermana, a mi no me vengan con culpables.
Se escuchó el deslizamiento de un machete que blandía el padre de la Juanita.
A una seña del hijo, el padre se volvió a sentar.
−Pues usted dirá lo que quiera, el asunto que nos trae es que usted es el padre de la criatura y será el esposo de mi hermana y vale más que sea estando vivo, en mi pueblo cuando uno abusa de una mujer, vivo o muerto, se hace marido de la misma. Usted nos acompañará al pueblo, se casa, cumple con nuestras costumbres y ya. Si no está de acuerdo pos de cualquier forma lo llevaremos, no faltaba más.
Daniel sin poderlo evitar miró de reojo el machete que el padre de la Juanita tenía en sus manos.
−Bueno, es que necesito hablar con mis padres, la verdad es que no esperaba, que los acontecimientos nos condujeran a esto, yo estoy estudiando, no trabajo, no cuento con dinero.
−Debió haber pensado mucho cuando estaba en el cuarto con mi hermana, supongo que lo hizo, ahora hermanito, debe de responder a los hechos, usted, no sus padres.
−Si quiere recoger sus cosas, lo esperamos, si quiere traer a su mujer a esta casa lo aceptamos, de aquí nos iremos al pueblo juntos, después del casorio, usted sabe a donde lleva a su mujer.
Aún sin entender lo que él consideraba crueldad de su destino, dejó la sala y regresó al comedor, en donde el padre leía el periódico mientras tomaba sin prisa su pequeña taza de café, la madre con los ojos llorosos sin pronunciar palabras, con la vista observó la entrada del hijo y una interrogación brotaba de su mirada.
−Yo que se con cuantos se acuesta esa mujerzuela, ahora resulta de que el tonto de todos es el culpable, cásate, sí cásate, que sencillo, mandar mi vida al demonio por una tontera.
−No hables mal de la madre de tu hijo, las tonteras son las que ocasionan los fracasos, debiste de pensarlo antes de actuar.
−¿Qué fácil? que simple es todo para ti, debiste, debiste…Lo que hubiera hecho en tu lugar es acudir a la policía y correr a estos sinvergüenzas que se adueñaron de la casa.
−¡Sí debiste! el problema no es nuestro, es tuyo, siempre ha sido así, recuerda que en cada situación lo pregonabas. ¿Por qué ahora deseas cambiar tu posición?
El profesor tomando la americana entre sus manos se despidió de su esposa, para el hijo solo dijo:
−Recuerda que siempre reclamaste libertad para decidir y actuar, es tu oportunidad de vivir la vida. Las puertas de esta casa siempre han estado abiertas para la familia.
Detrás del profesor con paso lento Daniel entró nuevamente a la sala.
−A Juana no la quiero, nunca podré quererla, esto es un burdo engaño, insisten en desgraciar dos vidas.
−Mire joven más le vale que nos vayamos al pueblo, pero ¡ya!, las palabras no sirven, si es necesario lo llevaremos arrastrándolo o si lo prefiere difunto, pero usted se casa con mi hermana.
Los miembros de la comitiva se pusieron de pie, llamaron a La Juana y salieron de la casa llevando en medio a Daniel, que lo único que hizo fue girar la cabeza y dirigir su mirada a la puerta de su casa en busca de apoyo.




































jueves, 8 de diciembre de 2011

Acerca del autor


    Hola mi nombre es Morales Góngora Raúl, te doy la más cordial bienvenida a mi Blog, esperando que encuentres en él, un lugar en el que leas y disfrutes, lo deseable para mi, aparte de conocer tu opinión, es que te siembren la inquietud de seguir leyendo, continuar en la búsqueda de algo más cada día.
    Nací en la ciudad de San Luis Potosí, me desarrollé en el norte mexicano, mis más gratos recuerdos son de un pequeño campamento muy próximo al río San Juan afluente del río Bravo, ahí inicié mis estudios escolares, tuve mis amigos entrañables y tal vez mi primer amor de niño, ya que al igual que mis compañeros estaba perdidamente enamorado de mi maestra de tercer año.

    Aprendí a querer la lectura durante la enseñanza secundaria, en ella memoricé poesías completas, ya que tenía la edad de soñar con amores idílicos aprendí de Bécquer, sus leyendas y poesía.

    Un poco después, me  entusiasmé con la novela romántica, pero pronto la dejé.

    Estudié en la ciudad de México en el Instituto Politécnico Nacional, institución al que por sus aulas impartieron cátedras brillantísimas intelectuales mexicanos yrepublicanos españoles, tuve la fortuna de recibir clases del que fue candidato  al premio Nobel de la física, el doctor Pedro Carrasco y de los grandes profesionistas mexicanos: David Contreras Castro y Fernando González Vargas.

    Durante mis años de alumno interno de esa institución me aficioné a los autores rusos, Dostoievski, Chejov, Tolstoi, entre otros.

    Concluí mis estudios de Ingeniería Metalúrgica en la Escuela Superior de Ingeniería Química    e Industrias Extractivas, laboré en el ejercicio de mi profesión en diferentes empresas industriales hasta mi jubilación en el año dos mil.

    Durante el ejercicio de mi profesión de ingeniero tuve la oportunidad de viajar   prácticamente por todo el mundo, he tratado de aprender de cada persona que he conocido, de la cultura de cada país que he visitado, respetando sus costumbres y enriqueciéndome con sus manifestaciones culturales.

    La inquietud por la literatura nunca me abandonó, con los años me fui convirtiendo en un lector,  que creo es lo que mejor me define.

    He sido alumno desde mi jubilación  de instituciones de prestigio como:

    La Universidad Iberoamericana (ITESO) en su capítulo de la ciudad de Guadalajara, México, de diferentes diplomados sobre grandes autores de la literatura universal.
    La Escuela de Escritores (SOGEM) de la ciudad de Guadalajara, México.

    Actualmente soy socio del Ateneo de Madrid, máxima institución cultural científica, literaria y  artística; asiduo asistente de todas las manifestaciones culturales del Museo de América y de la Casa de América, entre otras.
    Me gusta la poesía, por lo regular escribo pocos poemas por año, se que podría hacer más, pero la realidad es que dedico la mayor parte de mi tiempo a la prosa.

    En prosa, tengo escritos a la fecha varios cuentos, una novela corta y una normal que espero    editar durante el año dos mil nueve.

    Aparte de poesías y algunos cuentos que se han publicado en revistas, tengo editado por la Editorial del Instituto Politécnico Nacional mi primer libro que se titula:
    “Memorias de una Iguana”

    Por razones familiares radico actualmente (desde el dos mil siete) en Madrid, España.

    Participo en el taller de poesía del centro cultural Maestro Alonso.

    En España he estado estudiando todo lo relacionado con el advenimiento de la segunda República, su constitución, sus logros y el golpe militar, la mal llamada guerra civil y un poco de la época de la dictadura franquista, el motivo es el de escribir una novela histórica sobre la vida de la madre de mi esposa. Ella se llamaba Luisa, nació en Granada, España vivió exilada en México y murió en la ciudad de Torreón en ese país, me siento capacitado para ponerlo en papel durante el año actual (2009).

RESPUESTA A MI ABUELITO

Tenía nueve años cuando mis padres me enviaron con mis tías a San Luis Potosí, mi abuelo tenía mucho tiempo de haber decidido vivir con sus hijas, ya que la soledad de acuerdo a sus palabras, no era aconsejable para un hombre viejo.
Sobre las costumbres religiosas de mis tías, recuerdo que Luisa iba al Santuario de Guadalupe sólo de vez en cuando, María de la Luz, realmente no se; pero pienso que no acostumbraba asistir a ningún templo, tanto ellas como mi madre nietas de un ex sacerdote español e hijas de un libre pensador, cuya esposa era muy religiosa, la mezcla resultó en un cero en religión, en mi casa no se hablaba de éste tema; pero un sábado por la tarde mi tía Luisa me envió a la  a la Iglesia de San Miguelito para que aprendiera lo básico de la religión. La doctrina se impartía en el patio anexo a la iglesia, ahí en los corredores y formando un cuadrilátero, los niños y catequistas formaban diferentes grupos compactos, que se distinguían por el grado de avance en el aprendizaje del catecismo, así como en la preparación para el acto de la primera confesión y comunión.
Los principiantes estaban muy próximos a la puerta de la calle, los que estaban por concluir, casi cerrando el cuadro, muy próximos al ingreso.
A mi me tocó iniciar en la puerta, y avanzar dos estaciones en mi primer sábado, el lunes siguiente por la tarde mi tía me regaló el catecismo, un pequeño panfleto escrito por el padre Ripalda, que en el curso de la semana lo memoricé de la “a” hasta la “z”.
En mi segunda asistencia a la doctrina, recorrí las diferentes estaciones hasta llegar a la final, en la que me estanqué, ahí se enseñaban los horrores de infierno y del purgatorio, las diferentes clases de pecados y los actos necesarios de arrepentimiento que en aquellas lecciones se llamaban actos de contrición.
Con un mar de dudas le expliqué a mi abuelo sobre mi asistencia a la doctrina, él no estuvo de acuerdo, instándome a la rebelión.
Debido a que no compartía con él la idea de la desobediencia, aproveché la hora de la cena y estando todos a la mesa, me atrevía a preguntar:
─Abuelito, ¿qué es no fornicarás?,  grande fue su júbilo al escuchar aquellas palabras, le dio un ataque de risa se le llenaron los ojos de lágrimas, no sé si por recuerdos gratos o por lo imprevisto de mi solicitud. La primera respuesta fue otra pregunta ¿qué otras dudas tienes?
─ ¿Qué es no desearás la mujer de tu prójimo?
Mis tías escandalizadas por las terribles preguntas, se miraban asombradas, ordenaton a mis primos  que se retiraran del comedor, ese tipo de palabras jamás se pronunciaban en un hogar decente.
Mi abuelo sin escandalizarse, me dio una explicación suficiente para un niño adolescente, al escuchar el dulce fluir de sus palabras, me dio la impresión que sentía una especial alegría en su interior. Después de aclarar mis dudas me dio su consentimiento para que siguiera asistiendo a la iglesia, no sin antes prometerle que todas mis dudas las llevarían ante él.
La Iglesia para mi fue algo terrible en mi primera visita, veía rostros transidos de dolor en los nichos y altares, caras de un sufrimiento espantoso, Cristos martirizados, la madre del Salvador contemplando a su hijo clavado en la cruz, con la expresión en su rostro de todo el dolor del mundo, por las noches recordando aquello, me tapaban la cara con miedo, tenía pánico de que se aparecieran, luego conocí otras iglesias, guardo en especial en mi memoria la de la Virgen del Carmen, la Catedral y el Santuario de Guadalupe que visitábamos cuando salía a pasear con mi tía Luisa, los rostros de angustia estaban por doquier, no había ningún santo o santa que en su cara reflejara la alegría de haber sido elegidos por Dios.
Platicando con mi abuelito sobre el miedo que me producían las iglesias, me confesó que él también sentía pavor, que lo mas probable es que su padre también lo haya sentido, entonces fue cuando me hizo aquella pregunta que he llevado en la cabeza:
─ ¿Cómo te imaginas a Jesús, el Nazareno?
“Creo que ahora si podría contestarte abuelito...Jesús cuando niño era como yo, le agradaba correr, brincar, le gustaba jugar con todos los niños, reía con gran alegría, ahora suenan en mis oídos, sus risas. Caminaba descalzo por las polvorientas calles de Palestina y más de una vez, se rompió el dedo gordo de uno de sus pies, al tropezarse y sangrando fue a que su madre lo curara.
Durante el día su cabeza ardía con el fuego del sol de su tierra, y le encantaba mojarse, refrescar su cara en las dulces aguas de la fuente y por las noches jugaba a las escondidas y a los encantados, su padre con cariño le fabricaba juguetes de madera, que le gustaban y eran la diversión de sus compañeros, nunca quiso ser el mejor ni el primero, le agradaba tener amigos.
Irradiaba alegría, siempre miraba a los ojos y su rostro no mostraba enojo ni rencor, sino paz y tranquilidad.
        Cuando fue adolescente, seguía teniendo el rostro de confianza,  mirada franca en sus ojos alegres, aunque su pensamiento era un mar de confusión, su cuerpo crecía y él se sentía turbado frente a las chicas compañeras de juegos, comía como desesperado y no le agradaba que le dieran órdenes, dudaba de la sabiduría de sus padres, no tenía en disciplina y limpieza  sus cosas, le encantaba caminar por al campo y contemplar las nubes, a veces prefería la soledad.
Siendo joven, pensaba que sus padres eran unos ignorantes, no le gustaban los juegos de los niños, escondió los juguetes que su padre con tanto amor le fabricó, le molestaba ir a la iglesia y a veces no quería lavarse, le fascinaba la lectura y por las noches pasaba horas leyendo a la luz de una lámpara, el cansancio lo rendía y se quedaba dormida sobre los pergaminos de las escrituras.
Les huía a las muchachas, le gustaba mucho todo lo que su madre le cocinaba, aunque su rostro se veía más serio, le encantaba reír, pues con facilidad la sonrisa afloraba a sus labios, nunca reñía con sus amigos ni mucho menos se burlaba de alguno, siempre trataba de ayudar a quien lo requería, fuera cargando agua o haciendo favores, le gustaba la música y cantar, su voz era dulce y su canto suave y melodioso.
Su estatura era de un joven de su edad, no era distinto a nadie, su incipiente barba le daba un toque de primavera, cuando empezó asistir a la  Iglesia prefería sentarse en lugares en los que podía oír bien las lecturas; aunque deseaba pasar desapercibido.
Disfrutaba de las reuniones juveniles, en las que se platicaban aventuras y experiencias de viajes, de vez en cuando alguien comentaba algo que los mayores por tradición oral se transmitían.
Cuando llegó a la edad adulta, su rostro seguía siendo alegre, no mostraba tristeza, le encantaba la comida, disfrutaba del vino y de las fiestas, pensaba que sus padres eran personas especiales y los escuchaba con reverencia, era ordenado, de piel morena tostada por el sol, su cuerpo mostraba fuerza física, de ademanes naturales, nada forzado en sus expresiones, franco en el hablar, tenía palabras de apoyo para toda persona, disfrutaba ayudando y les dejaba un grato sabor con su eterna alegría que contagiaba a los que estaban con él.
Abuelito:
Así pienso que debe aparecer en los retablos, en los altares y aún en la cruz, cuando se reveló como Hijo del Hombre, debió llenarse de gracia, no de tristeza, de amor, no de amargura, de dulzura y paz, no de dolor y sin rumbo. Las Iglesias como edificios, deben de ser todas llenas de Luz, no de Tinieblas, creo que así se nos quitaría el miedo.
Pienso que sin solicitártelo, te he robado tus palabras.
       ¿Estás de acuerdo conmigo, abuelito?

LA PRIMERA VEZ

La primera vez.
Fue entonces cuando a la edad de cuatro años me tragué la canica que traía en la boca y a mi mente con intensidad amenazadora, llegaron en tropel las palabras de mis padres:
“No te metas eso en la boca… ¡Si te lo tragas te mueres!”
Retraído y sin jugar cavilaba sobre mi triste situación, sufrí los horas más increíbles de mi corta vida. ¿Cómo sería la muerte? Luego pensé en Tadea, ella sabía todo; le preguntaré durante la cena y ¿si muero antes? Convencido ocurrí a la cocina.
Con mi pequeña estatura, levanté mi rostro frente a ella, era la mujer más alta del mundo; pero muy buena, más buena que el pan, decían en mi casa.
Ella sacando sus grandes manos del delantal, me miró casi desde el techo, luego me cargó para ver que me acontecía.
─ Tadea: ¿Te has muerto alguna vez?
─ ¡Muchas! hijo, ¡muchas!
Le di un gran beso. Luego salí corriendo feliz, no valía la pena llorar por la primera vez.

Madrid, otoño del 2009

CUENTOS A MIS NIETOS

Cada noche mis nietos me pedían que les platicara un cuento, pero ellos cansados de las versiones originales, me decían:

¿Qué pasaría sí...?

De ello se desarrollaron variantes como ésta:


EL LOBO DE CAPERUCITA ROJA.

Para mi nieta Blanca Nieves, como un recuerdo sobre los cuentos que de niña le platicaba su abuelo.

Todos conocemos el cuento de Caperucita Roja, aquella niña inocente que un día cruzó el bosque para llevar una canasta con alimentos para su abuelita enferma, lo que no sabe todo el mundo es que sucedió con el lobo después de aquel gran festín que se dio en el tan famoso banquete.

Imaginemos al lobo, un terrible animal famélico babeando de hambre, enseñando unos terribles colmillos más filosos que cualquier instrumento humano, apenas había concluido un crudo y largo invierno y el pobre lobo no había logrado conseguir casi nada par alimentar a su enorme cuerpo que le exigía comida cada minuto, cuando se le presentó la oportunidad de devorar a la abuelita que yacía enferma de diarrea en la pequeña cabaña ubicada en la parte central de aquel enorme y sombrío bosque.

Enterado el malvado lobo por los comentarios de la inocente niña, con la sagacidad que el hambre les proporciona a los necesitados, imitó la dulce voz de Caperucita, la vieja abuela llevaba tres días que se pasaba las horas sentada en el wáter y con los ojos sumidos en unas órbitas que denotaban un tremendo insomnio y una deshidratación espantosa, ya que había expulsado cuanto líquido le podía quedar en su enjuto cuerpo, le era imposible dejar el lecho una vez más, por lo que en lugar de asearse después de su última e inútil visita al W.C. (ya no tenía nada que expulsar) quitó el cerrojo de la puerta, haciendo un enorme esfuerzo llegó hasta su cama.

Se arrebujó en el lecho cuando llegó la posible visita esperada, pero era el maligno animal que quiso aprovecharse de la debilidad de la anciana, con lujo de violencia trataba inútilmente de masticar aquellos huesos que le resultaron tan duros como piedras de río, en su afán provocado por la ansiedad del hambre impaciente, se quebró dientes, colmillos y molares, sin obtener en cambio ni una sola gota del jugoso banquete que había imaginado, esta fue la verdadera causa de que el pobre animal se viera obligado a devorar entera a la abuelita.

Terminada la triste comida que esperaba fuera un entremés para continuar con el platillo principal que sería la tierna criatura, inútilmente se probó la dentadura postiza de la abuela ya que le sobraba espacio en sus quijadas y el postizo se le movía por doquier, preso de desesperación se afiló lo poco que le quedaba de dentadura con un limatón que encontró en una vieja caja de herramientas, propiedad del abuelo de la niña.

A los minutos, el lobo infectado por la disentería que le contagió el haber comido a la anciana, tenía unos terribles movimientos en la tripa, se encontraba sentado en el wáter de la casa con cólicos que lo hacían llorar de dolor, aparte sabedor de que el malestar provenía del alimento malsano, se metía mano y brazo por la garganta tratando de asir por los cabellos al bocado que tanto daño le estaba causando, en ello se mantenía ocupado cuando la dulce niña llegó a cumplir el sagrado deber de visitar a la abuelita.

El lobo ya no tenía interés por la comida, lo que deseaba era a como diera lugar desechar lo tragado, la niña al ver aquel cuadro tan espantoso empezó a pedir auxilio, a los gritos de ella, unos leñadores escucharon la solicitud de ayuda y encontraron al lobo en una rara postura: se había colocado un trozo de leño para mantener las quijadas en máxima apertura y con las dos manos jalaba a la abuelita que con el susto se le suspendió la diarrea y se le veía de mejor semblante, con la apoyo de los leñadores pronto extrajeron a la anciana completa, que daba gracias al cielo de haber contraído aquella terrible diarrea que tanto malestar causara al lobo.

El pobre animal salió huyendo despavorido de aquella casa, y no lo volvieron a ver ni a escuchar sus terribles aullidos durante la larga vida de Caperucita Roja.

SOMBRA, SOMBRA MÍA.

¿Acaso eres el ángel encargado de cuidarme?
¿Acaso el espectro de una anima que pena?



Córvido espanto que mis pasos sigues
incorpórea aparición, oscura, tenaz y silente
Sombra opaca de mis pensamientos tristes.
Compañera eterna de fortunas y fracasos.

Visión maligna de comportamiento esquivo,
que te ocultas de la luz avergonzada,
espanto testigo de mis pecados de antaño,
aparición maldita que mis besos imitabas.

Te quise perder de niño y jugando al escondite
me ocultaba en el armario de los recuerdos callados,
pero siempre me encontrabas imitando mi existencia.
Brincabas y corrías detrás de mi persona tercamente.
Espectro que en la escuela te sentaste a mi lado.

Imitación burda de mis pasos sobre el mundo.
Sombra callada, mudo testigo de aciertos y de yerros.
Lóbrego ser que con pasión besabas,
a la sombra inerme de aquella a quien yo amaba.

Aléjate de mí, déjame terminar solo los pasos que me quedan
No te quiero de acompañante en mi cortejo
Viajaré donde la luz no te permita,
esconderte jamás en parte alguna.